Din don, suenan,
a réquiem eterno,
sin parar,
ya lo decían otros poetas,
que ese sonido
es especial;
acá suenan campanas,
en mitad de la tarde,
a veces,
ya que misas, no hay,
y muchos que vayan
tampoco;
suenan tristes, pesadas,
angustiantes,
y hacen la noche
un sobresalto sin espera,
de nada, de nada,
los popes o papas
mueren en santidad,
pero los muertos
mueren, solos,
en un salón oscuro,
pesado, con olor
a flores muertas,
ese olor tan especial...
que los acompaña,
que podría decir?
acompañemos los
muertos que vos matáis,
y queda la sangre roja,
en las escaleras,
entre la soledad
de la vida y la muerte;
campanas de arrepentimiento?
no jamás escuche, esas campanas,
solo la de los muertos,
solo la de los muertos!
que ya no existen
para escuchar
los campaniles de Venecia
y navegar!
lidia-la escriba
3 comentarios:
Se muere muere en soledad, pero, qué terriblemente solos se quedan los vivos!
Un beso.
Espectacular tu escrito, querida Lidia...reclamando justicia para cuando ya no puede ser recivida....que no hay infamia mayor que no ni siquiera hay dignidad después de muertos...
Felicidades Lidia...
Un saludo
Elizabetta
La sencillez de un badajo encadena las sinfonias
de la alegría con los requiem funerarios, es la vida cadencia que va de las sinfonias a los requien...
EXCELENTE POEMA
Un Saludo
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